Versión en español
Events in Argentina for most of the twentieth century were marked by significant political instability, including the rise of military dictatorships and intense periods of civil unrest in response to political repression.
The late 1960s and early 1970s were a period of intensifying social and political conflict, repression, and violence in Argentina. In May 1969, a massive protest remembered as the Cordobazo broke out in Córdoba, the second most populous city in Argentina. In what started as a general strike, the Cordobazo brought labor unions, student groups, and the general citizenry to the streets. The police responded with violence, leading to bloody confrontations. The result: about 500 wounded, 20 to 30 dead, and some 300 arrested. Protests intensified across the country, leading to brutal crackdowns.
This social climate saw the rise of violence from across the political spectrum. This was met with increased repression from state security forces and the construction of a legal framework designed to silence and persecute political dissidents.
Dress rehearsal for the “Dirty War”
In 1971, the Argentine military installed General Alejandro Agustín Lanusse as President. He ruled as a dictator. The Lanusse era intensified increasingly undemocratic and repressive practices to combat so-called “subversives” in an attempt to quell social protests and emerging armed organizations. The junta attempted to legalize these practices through decrees and emergency laws. By 1972, the military had assembled a scheme of repression that included death squads and paramilitary groups tasked with kidnapping people on government blacklists. Freedom of the press was also nearly extinguished.
This was the backdrop for the events of the 1972 Trelew Massacre, which saw the extrajudicial killing of over a dozen political prisoners by members of the Argentine military. The government’s successful cover-up in the immediate aftermath of the event emboldened the military and paved the way for the atrocities to come during the Dirty War.
Argentina’s Dirty War or “El Proceso”
Following the end of the Lanusse dictatorship, populist leader Juan Perón returned to Argentina and became President in 1973. Perón aggressively pursued his political opponents. After Perón’s death, his widow and vice president, Isabel Perón, became President and empowered the right-wing military death squad AAA (Argentinean Anticommunist Association).
Mounting state violence coalesced in the 1976 military coup, marking the beginning of the most infamous and tragic period of violence in Argentina’s history. This military dictatorship was led by Jorge Rafaél Videla and called itself the “Process of National Reorganization,” or “El Proceso.” Its activities were dubbed the Dirty War and aided by Operation Condor, a United States-backed campaign of political repression and state terror marked by intense violence and human rights atrocities across the Southern Cone of Latin America.
This was a war waged not on outside forces, but against the Argentinean people. The junta embarked on a campaign of torture and terror, systematically arresting and disappearing political dissidents and others suspected of being aligned with leftist or socialist causes. The disappearances during “El Proceso” were particularly brutal. Infants were taken from political prisoners and “adopted” into military or other regime-aligned families. Political prisoners would be taken on “death flights” where they would be sedated, stripped, and dumped into the Atlantic Ocean to their deaths. Some 30,000 Argentinean citizens are estimated to have been kidnapped and killed during this time.
During “El Proceso,” the junta censored discussion of the missing and disappeared, ensuring impunity and the invisibility of these stories and tragedies.
Seeking Justice: The Aftermath of “El Proceso”
In 1983, the military junta finally relinquished power and Argentina saw a return to democratic governance. However, amnesties and other legal and political maneuvers impeded access to justice for victims and their families. In 2005, however, the Supreme Court of Argentina ruled that crimes against humanity cannot be amnestied and are not subject to a statute of limitations. Since then, nearly 900 former junta members have been tried and convicted of crimes, many involving human rights abuses. This included ex-military officers Luis Emilio Sosa, Emilio Jorge Del Real, and Carlos Amadeo Marandino, who were found guilty in October 2012 for their roles in the Trelew Massacre. However, one final officer escaped prosecution. By the time Argentina began seriously investigating the Trelew Massacre, Roberto Guillermo Bravo had already resettled in the United States. On October 20, 2020, CJA filed a civil case pursuant to the Torture Victim Protection Act (TVPA) against him. Meanwhile, the Argentine government continues to seek his extradition to stand trial for aggravated homicide and attempted aggravated homicide.
Efforts to hold all of the perpetrators of the Trelew Massacre accountable are part of the ongoing efforts by victims’ families and human rights groups to ensure accountability and justice for the atrocities of the Argentinean military during the late 1960s and early 1970s which set the stage for Argentina’s Dirty War.
Versión en español
Los acontecimientos en Argentina durante la mayor parte del siglo XX estuvieron marcados por una significativa inestabilidad política, que incluyó el surgimiento de dictaduras militares y períodos intensos de disturbios civiles en respuesta a la represión política.
Las décadas de los años sesenta y setenta fueron períodos en los que los conflictos sociales y políticos se intensificaron, al igual que la represión y la violencia en Argentina. En mayo de 1969, estalló en Córdoba una masiva protesta, conocida como el “Cordobazo”. En lo que comenzó como una huelga general, el Cordobazo ocasionó que los sindicatos, grupos de estudiantes y la ciudadanía en general salieran a las calles a protestar. La policía respondió con violencia, lo que tuvo como consecuencia represiones sangrientas. Como resultado de ello, hubo cerca de quinientas personas heridas, entre veinte a treinta muertes, y trescientas personas fueron detenidas. Después de este evento, las protestas se intensificaron en todo el país, resultando en actos brutales de represión.
Este clima social dio lugar a un aumento de la violencia en todo el ámbito político. Ello fue acompañado de una mayor represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, y el diseño de un aparato jurídico encaminado a silenciar y perseguir a los disidentes políticos.
Ensayo general del terrorismo de estado
En 1971, el General Alejandro Agustín Lanusse asume como presidente de facto, designado por una junta militar de la llamada “Revolución Argentina”, la dictadura cívico-militar que duró desde 1966 hasta 1973. Durante el mandato de Lanusse se intensificaron las prácticas cada vez más antidemocráticas y represivas para combatir a los llamados “subversivos”, en un supuesto intento por disipar las protestas sociales y evitar el surgimiento de organizaciones armadas. La junta militar legalizó esas prácticas mediante la emisión de decretos y leyes de emergencia. Para 1972, el Ejército había diseñado una maquinaria de represión tal que incluía escuadrones de la muerte y grupos paramilitares encargados de secuestrar a personas ubicadas en las listas negras del gobierno. La libertad de prensa también fue restringida.
Ese fue el contexto de los acontecimientos de la Masacre de Trelew en 1972, la cual dio lugar a ejecuciones extrajudiciales de más de una docena de personas detenidas por razones políticas por parte de las fuerzas militares argentinas. El encubrimiento de los hechos por parte del gobierno inmediatamente después de la masacre empoderó a los militares y se generaron las condiciones para las atrocidades que se cometerían en los años siguientes de terrorismo de estado.
El terrorismo de estado en Argentina durante El Proceso
Después de la dictadura de Lanusse, el líder populista Juan Perón regresó a Argentina y asumió la presidencia en 1973. Perón también persiguió agresivamente a sus oponentes políticos. Tras su muerte, su viuda y vicepresidenta, Isabel Perón, asumió la presidencia y el escuadrón de la muerte denominado Aliada Anticomunista Argentina, o mejor conocido como AAA, incrementó su poder.
El aumento de la violencia estatal se fusionó con el golpe militar de 1976, lo cual marcó el inicio del período más trágico e infame de violencia en la historia argentina del siglo XX. La dictadura militar, liderada por Jorge Rafael Videla, fue conocida como el “Proceso de Reorganización Nacional” o “El Proceso”. Sus actividades fueron denominadas como “Guerra Sucia” y fueron apoyadas por la Operación Cóndor, una campaña de represión política y terror estatal respaldada por los Estados Unidos de América, la que se caracterizó por una intensa ola de violencia y atrocidades en contra los derechos humanos de los ciudadanos radicados en el Cono Sur.
Esta no fue una guerra en contra de fuerzas externas, sino contra el propio pueblo argentino. La Junta emprendió en una campaña de tortura y terror, caracterizada por detenciones y desapariciones sistemáticas de disidentes políticos y de otros individuos bajo sospecha de ser simpatizantes de causas socialistas o de izquierda. Las violaciones de derechos durante El Proceso fueron particularmente brutales. Bebés fueron separados de presas políticas y presos políticos fueron adoptadas y adoptados por familias de militares o a simpatizantes del régimen. Muchas personas detenidas por sus convicciones políticas fueron víctimas de los llamados “vuelos de la muerte”, en donde se sedaba, desnudaba y arrojaba a estas personas al Atlántico a para darles muerte. Se estima que unas 30,000 personas en Argentina fueron desaparecidas y asesinadas durante ese tiempo.
Durante El Proceso, la Junta Militar censuró la discusión sobre las personas ausentes o desaparecidas, asegurando impunidad y la invisibilidad de esas historias y tragedias.
En busca de justicia: Las secuelas de “El Proceso”
En 1983, la Junta Militar finalmente renunció al poder y Argentina inició su proceso de transición democrática. Sin embargo, surgieron amnistías y otras maniobras jurídicas y políticas que impidieron a las víctimas y a sus familias un efectivo acceso a la justicia. En 2005, sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que los crímenes de lesa humanidad no podían ser sujetos de amnistías o a plazos de prescripción. Desde entonces, casi 900 exintegrantes de la Junta Militar han sido juzgados y condenados por delitos; muchos de ellos relacionados con violaciones a los derechos humanos. Entre los exmilitares condenados se ubican Luis Emilio Sosa, Emilio Jorge Del Real y Carlos Amadeo Marandino, quienes fueron declarados culpables en octubre de 2012 por su participación en la Masacre de Trelew. Sin embargo, uno de los militares responsables, Roberto Guillermo Bravo, ha escapado la acción de la justicia, reubicándose en los Estados Unidos. El 20 de octubre de 2020, CJA presentó una demanda civil en contra de Roberto Guillermo Bravo conforme a la Ley de Protección a las Víctimas de la Tortura (TVPA por sus siglas en inglés). Mientras tanto, el Gobierno argentino continúa solicitando, por segunda ocasión, su extradición para ser juzgado por homicidio de dieciséis personas y por intento de homicidio de tres personas.
Las diversas acciones para responsabilizar a todos los perpetradores de la Masacre de Trelew son parte del esfuerzo de las familias de las víctimas y de grupos de derechos humanos con la finalidad de garantizar la justicia y la rendición de cuentas por las atrocidades cometidas por los militares argentinos a finales de la década de los sesenta y a principios de los setenta, incluido el régimen de Lanusse, el cual allanó el camino para del terrorismo de estado de la década siguiente en Argentina.